Referencia
bibliográfica:
Smeltzer S, Bare B. Enfermería
Medicoquirúrgica. Vol I. 10ªed. México: McGraw-Hill Interamericana;
2007. p. 1057-1085.
Resumen:
En Estados Unidos, el cáncer esofágico se presenta tres
veces más en varones que en mujeres; es más frecuente en afroestadounidenses
que en caucásicos y por lo regular aparece en el quinto decenio de vida. Por otra
parte, es mucho más frecuente en países como China e Irán.
La irritación crónica (esófago de Barret) se considera como
factor de riesgo para este tipo de cáncer. El cáncer esofágico suele ser un
carcinoma epidermoide de células escamosas. El tumor suele diseminarse por
debajo de la mucosa esofágica o directamente en la capa muscular. En etapas
tardías se advierte obstrucción con posible perforación hacia el mediastino y
erosión de los grandes vasos.
El cuadro clínico incluye: disfagia con alimentos sólidos,
produciéndose también con líquidos según avanza la enfermedad, deglución
dolorosa, regurgitación de alimentos no digeridos con halitosis e hipo… Conforme
avanza la neoplasia y la obstrucción se vuelve más completa aparece dolor
subesternal, hipo persistente, dificultad respiratoria y halitosis.
El diagnóstico suele confirmarse por esofagogastroduodenoscopia,
practicándose a su vez una broncoscopia para determinar si la tráquea está
afectada. Se utiliza ultrasonido endoscópico o mediastinoscopio para definir si
se ha difundido el cáncer a los ganglios y a otras estructuras del mediastino.
Si el cáncer se encuentra en la etapa inicial, los objetivos
del tratamiento deben encaminarse a la curación; sin embargo, a menudo se
descubre en etapas tardías, siendo el alivio de los síntomas el único objetivo
razonable del tratamiento, que suele incluir cirugía, radiación, quimioterapia,
etc.
Las intervenciones de Enfermería se centran en mejorar el
estado físico y nutricional del paciente en la preparación para la cirugía, la
radiación o la quimioterapia. Se aconseja un programa de aumento de peso y la
instrucción del sujeto sobre la naturaleza del equipo que se empleará en el
postoperatorio. Los cuidados en el postoperatorio inmediato son los que se
proporcionan a pacientes sometidos a intervenciones torácicas.
Si se hizo un injerto de yeyuno la enfermera debe verificar
la viabilidad de éste cada hora las doce primeras horas. Para ello se debe
retirar brevemente la gasa húmeda que recubre la porción del yeyuno en el
exterior del cuello para valorar el color y la presencia de pulso mediante
ultrasonografía Doppler.
La enfermera también es responsable de marcar la sonda
nasogástrica para indicar su posición y observar si hay desplazamiento. Se debe
animar al enfermo a tomar pequeños sorbos de agua y, más tarde, papillas. Es la
enfermera la que debe instar al individuo a que coma, pues su apetito suele ser
deficiente (cuando la radiación es parte del tratamiento el apetito se
deprime).
Con frecuencia el esófago se obstruye, constituyendo en ese
caso un problema la sialorrea. Es función de la enfermera usar succión bucal o
colocar una gasa tipo pabilo en la comisura de la boca para canalizar las
secreciones a un apósito o bandeja si el paciente es incapaz de controlar las
secreciones.
Cuando el paciente está listo para recibir el alta, se le
instruye tanto a él como a su familia sobre la nutrición, los aspectos a los
que deben estar atentos, cómo enfrentar los signos de complicaciones, la manera
de mantener cómodo al enfermo y cómo obtener apoyo físico y emocional.
Comentario:
He elegido esta parte del capítulo porque me ha interesado
la intervención enfermera que tan específicamente describe. Así mismo, incide
en el papel educador de la enfermera, en cómo debe explicar, tanto al paciente
como a su familia, cómo deben actuar respecto a la enfermedad una vez que hayan
salido del hospital.
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